
“Seguimos preguntándonos si no había otra manera de manejar este desastre, porque a lo mejor la había o la hay pero ¿cómo saberlo?”, escribe una periodista en Facebook.
Desde El Sur Acapulco
Un silencio demasiado fuerte invade las calles de Bérgamo —al norte de Italia— y los pueblos alrededor. Los campanarios en las parroquias e iglesias han dejado de tocar las campanas para despedirse de sus muertos porque si siguieran haciéndolo tendrían que tocar sin parar. Lo único que rompe la quietud son los alaridos de las ambulancias, no más.
Lo cuentan desde sus perfiles de Facebook quienes ahí viven: lo hacen con largos posts que traducen a otros idiomas con la esperanza de que rebasen las fronteras italianas y lleguen a aquellos países en donde la situación aún es tranquila.
“No soy científica ni estadista, pero estoy muy, muy enojada: tengo miedo de que afuera de aquí no se esté entendiendo lo que nos pasa. Aquí estamos muriendo cómo moscas. ¿Está claro?”, escribe Sara Agostinelli, una joven periodista que lleva más de tres semanas enferma. Cuenta que sufre fuertes dolores de cabeza, respiración entrecortada y una progresiva resistencia a los medicamentos que toma para buscar alivio.
Agostinelli se pregunta en qué se ha convertido la vida ahora que los más ancianos pueden ser tratados como productos caducos y no como seres humanos que “dejan afectos y amores sumidos en el dolor”.
“Y lo escribo yo, irremediablemente atea, convencida de que la vida no es sagrada y que es vida solo cuando es digna. Pero cada vida es amor y lazos a su alrededor, y dolor profundo cuando falta”, reclama.
“Cada uno de nosotros aquí conoce a alguien que está entre la vida y la muerte en terapia intensiva, muchos de nosotros perdimos familiares o estamos esperando noticias pegados al teléfono”.
Desde la misma red social, Selene Cilluffo, periodista y profesora, comenta: “En este momento, en Bérgamo, es muy fácil enterarse de la muerte de personas más o menos cercanas. Nunca aprenderemos a acostumbrarnos. Les pido un favor: cuenten la historia de esta ciudad y de lo que está viviendo.”
El suyo es otro llamado que entrelaza detalles de la vida íntima —el papá que llega a su casa para regar unas plantas y saludarla pero sin abrazos ni cercanía, la abuela que abre la ventana y se pregunta si así entrará el virus— con la situación socio-político actual de su país. Pide que se narren la fragilidad, los miedos y las frustraciones, pero también invita a que se relate el enojo frente a décadas de recortes en materia de salud pública y empleo, así como de decisiones políticas que favorecieron el aumento de la contaminación o el olvido de las poblaciones más desprotegidas.
“Los que de verdad son vulnerables, ahí están también cuando no existe la emergencia, y cuando se nos cae la emergencia encima, son los que se transforman en las primeras víctimas”, reflexiona.
“Seguimos preguntándonos si no había otra manera de manejar este desastre, porque a lo mejor la había o la hay pero ¿cómo saberlo?; preocupémonos y hagámoslo seriamente: porque solo preocupados, muy preocupados, tenemos la oportunidad de hacer algo razonable para nosotros y para los demás: evitar tantos muertos como sea posible”, insiste Agostinelli en Facebook.
Once páginas de obituarios
El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la propagación del nuevo coronavirus Covid-19 era considerada a partir de ese momento una pandemia —epidemia con expansión mundial— y señaló con alarma la inacción de muchos países para tomar medidas firmes ante emergencia.
En Italia, el segundo país en ser arrasado de manera masiva por el coronavirus después de China, el número de casos sigue creciendo. Desde fines de de febrero hasta el 19 de marzo, los casos positivos subieron a 41 mil 35, mientras que el número de decesos ya rebasó las cifras dramáticas de China: en menos de un mes, 3 mil 405 personas murieron a causa del Covid-19, según reportó la Protección Civil italiana.
La curva no cede. Cuando se cree que ya no puede ser peor, llega un nuevo tope. El viernes 20 Italia registró 627 muertes en 24 horas.
La mayoría de ellas vivía en la región norteña de Lombardía, en donde se encuentra la ciudad de Milán, la capital financiera.
Ahí también se localiza la ciudad de Bérgamo y su provincia, un conjunto de pueblos regados entre valles boscosos que rebasa por poco el millón de habitantes. Desde el 21 febrero, día en que Italia supo que el coronavirus había cruzado sus fronteras, los contagios no dejaron de azotar Bérgamo: hasta el 19 de marzo, según datos de la Protección Civil italiana, 4 mil 645 personas han resultado positivas al coronavirus y más de 250 habían fallecido.
De la emergencia italiana se ha dicho que los muertos son tantos porque la población es medianamente vieja, lo cual es cierto, pero no significa que el miedo y el sufrimiento sean menores.
La mayor parte de los enfermos graves están muriendo en soledad debido a las medidas de aislamiento casi total que implica el tratamiento de este contagioso virus. Antes de sumarse a la estadística fatal formaban parte de redes afectivas, con parientes y amigos que lloran por ellos.
Con angustia, los habitantes de las ciudades italianas más afectadas por el Covid-19 buscan entre las páginas de los periódicos locales. Examinan los obituarios por si aparece el nombre de algún conocido. Un hábito que siempre se consideró típico de los más ancianos, hoy tiene ocupada a gente de cualquier edad.
El periódico local “L’eco di Bergamo” está saturado de esquelas: desde hace más de una semana, los anuncios con la foto de la persona fallecida y los saludos de sus seres queridos ocupan un promedio de 11 páginas. En tiempos normales, son tres, cuatro a lo más.
Luego están los sepultureros de Bérgamo, que no se dan abasto: cada media hora hay un entierro, los hornos crematorios funcionan 24 horas al día y aún así no logran atender a todos los cuerpos. Además, varias funerarias están cerradas porque sus empleados se han enfermado.
Ante el colapso de los servicios funerarios, la noche del 18 de marzo un convoy de vehículos militares desfiló por las calles de la ciudad, trasladando unos 60 féretros del cementerio de Bérgamo a otras ciudades más o menos cercanas que aceptaron apoyar y recibir a los cadáveres que no pudieron se incinerados.
Confinados detrás de las ventanas de sus departamentos, muchos vecinos grabaron el pasaje de este lúgubre desfile y lo difundieron en las redes sociales.
El colapso se extiende también a los hospitales, que piden con urgencia más personal médico, más estructuras para atender a los enfermos, más medicamentos para las terapias intensivas. También entre la población de batas blancas el virus ha hecho estragos: según la Federación Nacional de los Ordenes de los Médicos Cirujanos y de los Odontólogos (FNOMCeO), hasta ahora 13 médicos han perdido la vida a causa del Covid-19.
Infraestructura hospitalaria y personal médico insuficientes
Los testimonios de Sara Agostinelli y Selene Cilluffo ponen el dedo en la llaga: la subestimación y el retraso con que se trató la amenaza del coronavirus, la prioridad que se dio a las actividades comerciales en lugar de anteponer la salud de la población y, sobre todo, los recortes que muchos gobiernos aplicaron al sector salud por décadas y que ahora se hacen evidentes, dejando al desnudo un sistema debilitado, deficiente.
“En toda Italia, pero especialmente en la región de Lombardía, tenemos una seria necesidad de equipos de protección y de respiradores”, señala en entrevista Zeno Bisoffi, médico y director del Departamento de Enfermedades Infecciosas, Tropicales y Microbiología del Hospital Sacro Cuore Don Calabra de Negrar, en la ciudad de Verona.
“Apreciamos mucho la ayuda recibida de China en este sentido, también dado que, hasta hace más o menos un mes, no todos fuimos muy amigables con los chinos que viven en Italia”.
Verona, donde Bisoffi trabaja, se encuentra en la región de Véneto, colindante con Lombardía, y actualmente ocupa el tercer lugar de contagios en Italia.
“Tenemos que hacer las pruebas para detectar el SARS-CoV2 —el virus que causa la enfermedad Covid-19— ,para los hospitales de la provincia de Verona, incluido el nuestro, con docenas de pacientes que esperan el resultado en el servicio de urgencias todos los días”, explica Bisoffi.
“Esto crea hacinamiento, riesgo de transmisión nosocomial, e incluye a los pacientes críticos que tienen que esperar el resultado para decidir si pueden ser admitidos en la zona “limpia” o “sucia” del hospital”.
Las pruebas, señala, se tardan algunas horas y el personal médico lidia con una enorme sobrecarga de trabajo.
De acuerdo con la Oficina de Contabilidad General del Estado, entre 2009 y 2017, el Servicio Sanitario Nacional perdió a más de 46 mil 500 empleados; entre estos, más de 8 mil médicos y más de 13 mil enfermeros.
Estas pérdidas que ahora se materializan en la crisis de los centros de atención médica del norte de Italia —entre los mejores del país—, podrían causar situaciones críticas en las regiones del centro y del sur, menos equipadas y con un menor número de personal médico.
Esta “histórica” desigualdad cualitativa y cuantitativa entre las regiones italianas, hace que exista una consolidada “migración sanitaria” del sur hacia el norte. Uno de los objetivos más importantes, por lo tanto, es contener lo más posible la difusión del virus en la zona centro-sur.
En menos de 20 años, Italia ha reducido a la mitad la cantidad de camas de hospital para cuidados intensivos: desde 1997 hasta 2015, pasaron de 575 a 275 por cada 100 mil habitantes, cifra que posiciona al país mediterráneo entre los últimos de Europa, según la información que proporciona la OMS en su portal europeo.
“Es posible que en algunos casos no hubo suficiente disponibilidad de camas de terapia intensiva para todos los necesitados”, admite Zeno Bisoffi respecto a los protocolos de atención que se activaron en Lombardía.
“Pero hay que subrayar que nuestros colegas de Bergamo, Brescia, Milán y otras ciudades (de esa región), llevan semanas luchando con una dedicación increíble, con varios médicos y enfermeras infectadas, incluidos casos graves. Los admiro muchísimo”.
Gracias a las medidas muy estrictas que se han aplicado en Véneto, las condiciones son un poco mejores que en Lombardía, señala el médico; aún así, el número de hospitalizaciones por el virus continúa en aumento.