
Hace decadas que el 8 de diciembre en Chile se celebra la Inmaculada Concepción de la Virgen María en la capilla de Los Vásquez, una localidad a 32 kilometros al sureste de Valparaiso. Esa peregrinación mariana es actualmente la más importante del país. El año pasado, entre las restricciones debidas a la pandemia de Covid-19, se prohibió la celebración y este año el gobierno dió las mismas indicaciones, pero ya con los contagios más bajos con respecto a 2020, la gente salió para caminar hacia la capilla de los Vásquez.
por José Aguilera Lagos

Desde la antigüedad la peregrinación es una expresión de ofrenda y sacrificio. El rito de viajar con poco o nada y sin un fin tangible, es una necesidad biológica para el crecimiento y fortalecimiento del ser. En este viaje de tránsito uno se conecta con el presente y se olvida de la muerte. A la suerte del camino.
En tiempos de la desaparición de los ritos es fundamental apropiarnos de cada fecha sagrada y resignificarla en el andar colectivo.
Rompiendo el paradigma del motor, nos hemos puesto a pedalear rumbo a la costa. Son 180 kilómetros y más de 10 horas de pedaleo desde Santiago hacía los Vásquez.
Esta ruta de tránsito y conexión es antigua, pues ha vinculado económicamente el océano y el valle de Santiago. La Iglesia católica se apropió de ese descanso obligado que se hacía antes de subir la interminable cuesta cordillerana con la construcción en 1913 de una pequeña capilla a la orilla del camino. La imagen de la Inmaculada Concepción, instalada en el predio de Don Vásquez, le da el nombre a la peregrinación.
A veces uno cree que las tradiciones son mucho más antiguas y tiende a romantizarlas, con esto solo pretendo dejar sobre la carretera la idea de poder construir ritos fuera de la instituciones, que tengan la magia de converger en un momento y espacio como lo son los carnavales de cada barrio que hoy agarran cada vez más fuerza.
Hasta ese momento, lo más cerca que estuve de la capilla fue desde la ventana del bus a 100 km por hora y ahora por fin iba a poder conocer desde mi pasión por la filosofía práctica de la bicicleta. Le debemos al poder de las piernas el desarrollo de la humanidad, sin nuestra autonomía y movilidad la evolución humana no hubiese ocurrido.
En la noche del día anterior al 8 de diciembre, me tocó escuchar al Padre del santuario pidiendo a los feligreses que no fueran a visitar a la Virgen ese día, que las puertas del templo estaban abiertas todo el año para ir a visitar, desacrilizando la fecha y el acto de viajar juntos en un rito colectivo, ese rito que mantiene la esperanza y comunión. Por su parte el patético gobierno en su afán de prohíbir toda organización social con fines lúdicos, religiosos o politicos, anunció en tono de amenaza que no iba a cerrar la carretera 68 que cada año facilita la peregrinación a pie, poniendo a miles de feligreses en peligro, yno faltaron quienes les creyeron. Me pareció insólito que en plena crisis de feligreses la iglesia católica busque desmovilizar, más que captar y fortalecer este tipo de ritos que rompen con la vida cotidiana y ayudan a las personas a encontrar fuerzas para solucionar problemas, conflictos, asumir realidades, abrir puertas y caminos.

Quisiera dejar en claro que no pretendo hacer una crítica a la peregrinación religiosa, si no más bien sumarme a ella desde lo que me hace participar de estás expresiones colectivas que peregrinan.
Hoy, a dos años de la rebelión que llenó de vida las calles de Chile, intento entender este fenómeno de tránsito y conexión, de moverse juntos y conocernos en el camino. Y aplaudo cada toma de calle que hace de nuestras vidas algo mejor, y que nos ayuda a darle sentido a la vida comunitaria, así como a la organización y solidaridad que se dan en estos ritos tan importantes de resaltar en tiempos digitales.
Peregrinación ciclista y de patinadores, pedaleando contra el facismo!
