El hambre de Haití. Terremoto, olvido y paradojas de la solidaridad /2

Tap Tap, minibus urbano ad Haiti, 2011 (Romina Vinci)

Di Jiri Sykora (testo), Romina Vinci (foto), Fabrizio Lorusso (foto)

Questo post è il secondo della serie su Haiti legato al libro El hambre de Haití. Terromoto, olvido y paradojas de la solidaridad, tradotto in spagnolo e pubblicato nel 2019 dalla Universidad Iberoamericana León. La galleria fotografica è di Fabrizio Lorusso e Romina Vinci, realizzata tra il 2010, ossia poco dopo il terribile terremoto del 12 gennaio che fece oltre 250mila vittime, e il 2011, dunque in piena crisi per l’epidemia di colera provocata dai caschi blu dell’Onu. Segnaliamo qui il primo post della serie.

Dopo la galleria inseriamo la recensione, scritta in spagnolo per la rivista Epikeia ( Depto. ciencias sociales y humanidades, n. 40 primavera 2020) dal Dott. Jiri Sykora, accademico della Universidad Iberoamericana León, al libro El hambre de Haití. Terremoto, olvido y paradojas de la solidaridad (lo trovi qui) di Lorusso e Vinci, uscito in italiano nel 2015 per End, tradotto allo spagnolo da Clara Ferri e pubblicato dalla Universidad Iberoamericana León(2019). Potete leggere la recensionee anche su Calameo, oppure in fondo a questo post o direttamente qui sul sito della rivista.

Palazzo presidenziale crollato, Haiti, 2010 (Fabrizio Lorusso)
Piazza e monumento all’uguaglianza a Porto Principe, Haiti, 2011 (Romina Vinci)
Cattedrale di porto principe distrutta, 2010 (Fabrizio Lorusso)
Porto Principe, 2011 (Romina Vinci)
Bambini giocando in tendopoli di Delmas, Haiti, 2010 (Fabrizio Lorusso)
Premium Quality US Rice, Haiti, 2010 (Fabrizio Lorusso)

El terremoto de Haití de 2010 se registró el martes 12 de enero a las 16:53 hora local con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe. Después del terremoto, cuyas desgarradoras imágenes recorrieron todo el mundo, Fabrizio Lorusso y Romina Vinci, dos jóvenes periodistas italianos independientes, viajan a Haití a más de un año de distancia el uno de la otra. Fabrizio llega a la isla caribeña un mes después del terremoto, ve y describe los escombros, la desolación, la difícil situación política y social, justo después de la catástrofe. En octubre de 2011, Romina llega a Haití y visita hospitales, orfanatos, escuelas, ve signos de reconstrucción en medio de la pobreza desenfrenada, fotografía a niñas y niños, hombres y mujeres que se quejan en medio de la basura que invade casi todos los espacios de la capital, Puerto Príncipe.

Strada di periferia, porto Principe, Haiti, 2010 (Romina Vinci)

De estas dos miradas nace un primer libro, un doble diario, publicado en Italia en 2012, seguido de años de olvido de Haití, un país que se ve en el imaginario colectivo nada más como un segmento apartado de la isla de La Española, una nación caribeña genéricamente y casi inevitablemente pobre e inestable. La solidaridad internacional y la consiguiente reconstrucción se dan por sentadas en los años después del temblor, y se trata de un fenómeno muy presente en México también, en donde hay opacidad cuando se trata del tema de “la reconstrucción”. No se habla mucho, sino por un corto tiempo, de la terrible epidemia de cólera -provocada por los cascos azules de la ONU procedentes de Nepal-, que golpeó a los haitianos que ya habían sido víctimas del terremoto.

Como sucede a menudo, las tragedias naturales y las guerras distantes terminan siendo olvidadas y nadie más se preocupa por “actualizar los datos” o contar las historias, tratando de entender el entrelazamiento de los intereses económicos de las potencias mundiales y los sistemas políticos locales, entre el trabajo de Organizaciones civiles independientes y de “multinacionales de solidaridad”. Las especulaciones, la pobreza antigua y la nueva, las derivas antidemocráticas y las conmociones sociales sangrientas son tratadas como las noticias de poco interés, como inevitables males de países que siempre están entre los “últimos”.

No lo piensan así Fabrizio Lorusso y Romina Vinci, que vuelven sobre sus propios pasos cinco años después del terremoto en Haití, revisan y actualizan lo que estaba escrito y documentado en ese momento, ayudados por Evel Fanfan, un abogado haitiano que pelea con su asociación por el respeto a los derechos humanos en la isla, y cuya disponibilidad ha sido y sigue siendo invaluable para los dos periodistas y docentes italianos. Desde la voluntad de no olvidar las muchas tragedias de Haití, pasado y presente, nace este nuevo libro, esta vez en español, que habla de terremoto, pero también, y sobre todo, de los escombros y la esperanza; del hambre, el hambre real y metafórica, pero no menos importante, de justicia, de independencia, de dignidad y de futuro.

Aereo militare sorvola porto principe, Haiti, 2010 (Fabrizio Lorusso)

Los primeros encuentros de los autores del libro con los damnificados son emblemáticos:

Claire viste una camisa blanca elegante, los jeans limpios y los tenis nuevos, idóneos para largas caminatas. Salió de prisa, con paso decidido. Luce en medio de los escombros. Trota en subida evitando inmensos cúmulos de ladrillos, alcantarillas abiertas y postes de luz arrancados en medio de la banqueta. Cansada por esta carrera de obstáculos sin sentido, se sienta en la orilla de una piedra que invade el carril, ralentizando el tráfico. Sobre la calle Delmas se jadea, el sol parece quedarse fijo en el cénit por todo el día, empujando la columnita del termómetro arriba de los 30 grados. El esmog, típico de una caótica metrópolis caribeña, se mezcla con el polvo de la destrucción, el vagar desesperado de multitudes en busca de un motivo para explicar la tragedia y de un trozo de pan para mitigar el hambre. Han transcurrido tres semanas desde el terremoto, un tremendo temblor que en 39 segundos cobró la vida de 250 mil víctimas en la capital de Haití, Puerto Príncipe. El 12 de enero, día de la catástrofe, Claire estaba lejos de su casa y se salvó. A su primo, su tía y muchos amigos del barrio y muchísimas otras personas no les tocó la misma suerte. Ella todavía tiene una casa y una madre. En cambio, un millón y medio de sus conciudadanos duermen en los jardines públicos, en las banquetas o en los campamentos armados a la buena de Dios en más de mil sitios de emergencia diseminados por la ciudad. Sin embargo, Claire tiene hambre. Su madre no se aparece desde hace un par de días. Cualquier producto de primera necesidad se ha vuelto un lujo inaccesible. Solamente quien vive en los campamentos puede acceder a alguna ración de arroz y frijoles. Los demás deben arreglársela, ingeniarse, buscar trabajitos jornaleros o pedir limosna. Sí, pero ¿a quién? La muchacha observa a los transeúntes desde atrás de la peña en la que se agazapó, que en realidad es lo que queda del segundo piso de una pequeña posada. Claire está esperando toparse con algún blanc, algún extranjero a quien hablar y pedir ayuda. Somos dos hombres que exploran en medio de los escombros y la confusión, a pocos días de haber llegado a la isla. Dos desconocidos llamados Diego y Fabrizio que Claire avista y sigue. Treinta, cuarenta, cincuenta pasos acelerados tras nosotros, y luego los rebasa. Gentil, pregunta si tenemos algo que comer, de manera sencilla, con la mirada agachada y el tono resuelto. Le ofrecemos agua y la invitamos a seguirnos (Lorusso y Vinci, 2019, pp. 88-89).

El hambre de Haití, Lorusso-Vinci (2019, pp. 88-89)

Lorusso trata en su libro, a profundidad, el tema de los derechos humanos, así como el de  la cooperación internacional y el problema de cólera que causó, desde 2010, unas 10,000 víctimas. No olvida, además, el lado político y geopolítico del análisis, al reconstruir el golpe de 2004 y otros acontecimientos históricos importantes para Haití:

En 2004, cuando Haití estaba por festejar el Bicentenario de la Independencia, el exsacerdote Jean-Bertrand Aristide, el primer presidente electo en un régimen democrático en 1990 y que un golpe entre 1991 y 1994 obligó al exilio, fue destituido otra vez mediante un golpe de Estado y enviado al extranjero, más bien, afuera del hemisferio occidental. Los militares estadounidenses lo deportaron a la República Centroafricana, donde permaneció por más de siete años, antes de volver a su país en marzo de 2011. Hoy en día Aristide debe defenderse de diversas acusaciones: tráfico de droga, peculado, expropiaciones ilegales, abuso de poder, lavado de dinero. Dos meses antes había regresado también el exdictador (1971-1986) Jean- Claude Baby Doc Duvalier, hijo de otro tirano, François Papa Doc Duvalier (en el poder de 1957 a 1971). Regordete y ahora dispuesto a «ayudar a su pueblo» —tras un cuarto de siglo en el exilio dorado en Francia, gracias al dinero de su familia, es decir, del pueblo haitiano— Baby Doc fue enjuiciado por crímenes de lesa humanidad y corrupción, pero en Haití los juicios van muy lentos y los grupos organizados de víctimas de la dictadura presentaron el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (IDH). Lamentablemente ni siquiera ante esa instancia obtuvieron justicia: en efecto, el 3 de octubre de 2014 Duvalier murió de infarto. Pudo pasar serenamente los últimos momentos de su vida en el país que lo vio nacer, en el lujoso barrio de la capital donde residía, y quedar impune. Aristide, de presidente, se había atrevido demasiado: intentos de incrementar el salario mínimo, eliminación del ejército, medidas de protección social para los más necesitados, reivindicación de la deuda histórica que Haití pagó a Francia y un plan para recuperar el control de algunos recursos estratégicos para el país encendieron las preocupaciones de la Comunidad Internacional, temerosa de tener que lidiar con una especie de Hugo Chávez caribeño (pp. 94-95).

El hambre de Haití, Lorusso-Vinci (2019, pp. 94-95)
Porto Principe, Haiti, 2011 (Romina Vinci)

A su vez, Romina Vinci, foto reportera freelance italiana, describe una experiencia impactante:

Pasamos frente al palacio presidencial, luego retomamos el sube y baja que representa una de las constantes del territorio de Puerto Príncipe. Me vuelven a la mente los viajes en la pick-up de Evel de los primeros días, me parece que ya pasó toda una vida. De pronto, nos detenemos frente a una reja verde y blanca, esperamos que nos abran y nos reciben dos vigilantes muy groseros, al grado de que nos obligan a dejar afuera las motos. Le pregunto a Ton, mi guía, dónde nos encontramos y él me dice que hemos llegado al Hospital General. Me da escalofrío. Significa Morgue. Significa una montaña de cuerpos abandonados a los que Padre Rick da la bendición y una sepultura. Caminamos y dejamos atrás un primer edificio, luego damos vuelta a la derecha y bordeamos un segundo edificio. Se perfila entonces una serie de contenedores, que superamos uno por uno. Luego aparece el letrero: Morgue. Entramos y lo primero que percibo es un olor muy acre. Se me imagina entrar en una carnicería que propaga el hedor a  la enésima potencia. Jamás he tenido una sensación más real. Enseguida salimos. Padre Rick manda a comprar cigarros a los dos que se nos habían unido después de la breve parada en   la catedral. «Yo no fumo y me molesta incluso el olor a humo – me dice— pero debo hacerlo cuando hago lo que estoy por hacer, para no vomitar». Llegan los cigarros y toman uno para cada quien. Me invitan a hacer lo mismo, pero digo que no.

El hambre de Haití, Lorusso-Vinci (2019, pp. 117-118)

Los autores

Fabrizio Lorusso y Romina Vinci son dos periodistas y académicos italianos, apasionados    de América Latina, que han decidido emprender un viaje a Haití en dos momentos diferentes, pero igualmente importantes para el país caribeño: Fabrizio llega a Puerto Príncipe en febrero de 2010, poco después del terremoto; Romina aterrizó allí en octubre de 2011, en el momento álgido de la emergencia del cólera y en el momento         de la reconstrucción anunciada pero aún no iniciada de la capital. La  colaboración  entre los autores nació entre Port-au-Prince, Roma y la Ciudad de México y se desarrolló narrativamente en las páginas de la revista o webzine “CarmillaOnLine” y por correo electrónico. Las experiencias de la vida y la escritura se convirtieron en un proyecto orgánico  que  recopiló  y  producido  escritos,  diarios,  fotos,  actualizaciones  e informes. Las calles, dicen Fabrizio y Romina, que cruzaron en Haití fueron gracias a Aumhod (Asociación de Unidades Motivadas por una Haití de los Derechos) la Asociación de Abogados por los Derechos Humanos, cuyo presidente, Evel Fanfan, que los alojó en su casa en el barrio Delmas. Este libro está relacionado con los informes y reportajes publicados por Fabrizio y Romina, que motivaron a otros periodistas italianos a seguir sus pasos (por ejemplo Silvestro Montanaro de la TV pública italiana Rai Tre o Italo Cassa de la Escuela de Paz de Roma) y a construir el sitio haitiemergency.org. Y luego el amigo Evel Fanfan ha estado en Italia dos veces: la información, la red, las personas han hecho florecer, finalmente, una colaboración con el abogado escritor Massimo Vaggi, con el sindicato italiano Fiom y con la asociación «Nova Onlus – Adopciones internacionales».

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