Este fin de semana fue probablemente el último para el gobierno de Enrico Letta en Italia. Su mayoría de apoyo en el Parlamento, formada por una coalición del centro-izquierda (Partido Democrático) con el centro-derecha PDL (Partido de la Libertad) y el centro del ex Primer Ministro Mario monti, virtualmente ya no existe. La mitad de los Secretarios que componen el ejecutivo de Letta presentaron dimisiones el 29 de septiembre pasado. De hecho, fueron los miembros del gobierno procedentes del partido de Silvio Berlusconi (PDL) quienes abrieron esta crisis al abandonar el cargo porque así lo ordenó su jefe.
Parece surreal, pero en esta Italia, presa entre una clase política deslegitimada y los problemas judiciarios del cavaliere, ya todo es posible.
Básicamente, lo que pasó es que el senador Berlusconi, jefe del tercer partido italiano, magnate televisivo y ya 4 veces primer ministro del país, en el mes de agosto pasado fue condenado a 4 años de prisión por fraude fiscal. En un país normal, esto bastaría para marcar el ocaso político de cualquiera, pero no en Italia.
Gracias a diferentes beneficios, la pena se redujo a tan sólo un año de arresto domiciliario, aunque en los próximos meses varios otros juicios penales en su contra podrían llegar a tener una sentencia definitiva, empeorando la situación de Berlusconi.
La semana pasada, una comisión del Senado aprobó, como establece la ley, la interdicción del empresario-político de cualquier cargo de elección popular. Berlusconi amenazó con retirar su apoyo al gobierno de Letta que nació apenas en el mes de abril pasado.
Antes de que el pleno del Senado, según prevé la norma, se expresara sobre la “decadencia” definitiva de Berlusconi y su expulsión de esa Cámara, éste decidió causar la crisis.
En estos meses, el gobierno había logrado, al menos, ganar más confianza internacional y detener algunos efectos de la crisis económica que está golpeando severamente la economía italiana que, sin embargo, sigue en recesión. Ahora, la posibilidad de una mayor estabilidad podría perderse por culpa de un jefe que no puede y no quiere retirarse de la vida política y, además, exige a sus huestes fidelidad y acciones prácticamente suicidas.
En un video mensaje, la semana pasada, Berlusconi incluso había anunciado la refundación de Forza Italia, la criatura política que marcó el inicio de su aventurismo en 1993-1994.
De todos modos, el “problema italiano” o “berlusconiano” ya no son las condenas o los procesos de Berlusconi, sino el hecho de que desde 1993, cuando el cavaliere decidió entrarle con todo a la arena política, el destino de una sola persona determina el de un país entero de manera inexorable y peligrosa.
Por ejemplo, un escándalo de puteríos o una vieja historia de corrupción, protagonizadas por “el jefe”, pueden comprometer a un país entero, menos creíble y a la merced de intereses personales y no colectivos, como de hecho ha ocurrido varias veces a lo largo de las últimas dos décadas.
Finalmente, cada proceso contra el líder es visto como una persecución judiciaria por la derecha, la cual descalifica constantemente el poder judicial. Ahora, tras una condena definitiva y varios escándalos, el líder de la derecha se rehúsa a salir de la escena y hunde al país en el caos.
Los miembros del PDL están divididos, ya que algunos de los halcones en el parlamento van alejándose de su líder, pues la “refundada” Forza Italia es una fotocopia malograda del PDL, pero con un líder condenado a nivel penal. Los inconformes del partido lo acusan de estar en las manos de la extrema derecha que quiere desestabilizar la situación política y no tolera un gobierno, como el de Letta, que está compuesto por una parte de la izquierda italiana (e PD) y sectores más centristas.
Ahora, las opciones abiertas son tres:
1.- Letta podría pedir el voto de confianza este miércoles al Parlamento y quizás algunos disidentes del PDL y un números suficiente de congresistas de otros partidos, como el M5S del cómico Beppe Grillo, podrían apoyarlo y abrir el paso para otro gobierno bajo su mando, o sea, un Letta BIS;
2.- Letta no consigue formar un gobierno, entonces el presidente de la República, Giorgio Napolitano, busca a otro personaje “técnico” o “neutral” para formar un ejecutivo que sirva sólo para sacar adelante al país algunos meses, hacer una nueva ley electoral y resolver los asuntos urgentes, antes de que el pueblo vote nuevamente en unos comicios convocados para 2014;
3.- la última opción es que no se pueda formar ningún gobierno porque los partidos no se ponen de acuerdo, ni siquiera para un ejecutivo corto y con un programa muy acotado (opción 2) y, entonces, habría elecciones posiblemente ya en noviembre para renovar las cámaras y el gobierno.
Es claro que mientras más tiempo pase e Italia quede en un vacío de gobierno y credibilidad, más graves serán los daños de imagen, para la sociedad y para la economía, que este enésimo capricho del patriarca decadente Silvio Berlusconi estaría ocasionando. De Revista Variopinto MEXICO Fabrizio Lorusso – Twitter @FabrizioLorusso