[De La Jornada Semanal del 30 de agosto de 2015] Lo traían los bomberos en sus uniformes. Aísla techos, paredes y tuberías. Es fibroso, incombustible, mortal. No es una adivinanza sino la descripción del asbesto o amianto, un mineral de fibras blancas, flexibles y asesinas.
“Un trabajo peligroso, soldar a pocos centímetros de una cisterna de petróleo. Una sola chispa es capaz de activar una bomba que puede arrastrar una refinería. Por eso te dicen que utilices esa lona gris sucia, que es resistente a las altas temperaturas porque es producida con una substancia ligera e indestructible: el amianto. Con eso las chispas quedan prisioneras y tú quedas prisionero con ellas y debajo de la lona de amianto respiras las substancias liberadas por la fusión de un electrodo. Una sola fibra de asbesto y en 20 años estás muerto”. Así escribe el autor italiano Alberto Prunetti en la novela, basada en la vida de su padre, Amianto. Una historia obrera (Ed. Alegre, Roma).
Es la historia de millones de trabajadores que inhalan y portan sobre sí o dentro de sí esas fibras tóxicas que provocan cáncer mesotelioma, del pulmón, de la laringe y graves patologías como la asbestosis. Palabras complicadas, causas simples: si en tu casa lavas ropa sucia de amianto, podrías inspirar una fibra que jamás saldrá de tu cuerpo y producirá enfermedad o muerte. De un haz de un milímetro se desprenden 50.000 microfibras respirables.
El asbesto es un silicato de alúmina, hierro y cal que junto al cemento forma el fibrocemento, patentado en 1901 por el austriaco Ludwig Hatschek como “Eternit”, eterno, por su resistencia. Al ser manipulado o al desgastarse, libera polvos fatales. Todos, en México y en donde aún no se ha prohibido su extracción y uso, estamos en peligro. Es riesgoso laborar con el mineral, vivir cerca de las fábricas o tener techos, láminas, tubos, balatas o guantes revestidos de asbesto.
En Europa la bonificación del amianto tardó años, desde que en 1999 el material fue vedado. Otros 55 países, incluyendo Canadá y Estados Unidos, hicieron lo mismo. Sin embargo, el negocio es boyante en otros lados: Rusia, China, Brasil, Tailandia, India y Kazajstán son importantes productores y México, entre 2011 y 2012, duplicó las cantidades importadas y procesadas de 9 a 18 millones de dólares.
En Brasil se estima que el amianto ha matado a 150.000 personas en 10 años, es decir 15.000 al año (casi 15% del total mundial). Allí operan 16 grandes empresas que “en las elecciones van financiando transversalmente a todos los partidos políticos”, relata Fernanda Giannasi, ex supervisora del Ministério do Trabalho. Los activistas anti-asbesto tienen los medios y la industria en su contra, pues tratan de informar a la población sobre los riesgos y las complicidades político-empresariales.
En México el mesotelioma ha aumentado de 23 casos en 1979 a 220 en 2010, pero hay un subregistro estimado del 70% que llevaría el promedio anual a 500 casos. La “cifra negra” se relaciona con los casos en que no se diagnostica la enfermedad o no consta en las actas de defunción, también porque conviene no reconocerla como afectación laboral. El asbesto está en miles de instalaciones alrededor de nosotros. La CTM, en el pasado, hasta defendió el uso del material, ya que el sector emplearía entre 8 y 10.000 personas y no habría constancia de fallecimientos por mesotelioma, lo cual es falso y solapa el problema. La extracción mundial de asbesto fue, en 2013, de 2.1 millones de toneladas y desde 1995 se ha mantenido entre 2 y 3 millones de toneladas, siendo más de 1800 las compañías que lo utilizan.
La organización mexicana Ayuda Mesotelioma (mesotelioma.net) denuncia peligros y estragos del asbesto desde hace 5 años, cuando sus fundadoras, Sharon Rapoport y su hermana Liora, vieron cómo su padre se enfermaba gravemente. En cinco décadas México ha importado más 500.000 toneladas de asbesto y tan sólo en la capital lo manejan unas 42 compañías. Todavía es legal pero éticamente deplorable.
“A excepción de la pólvora, el amianto es la sustancia más inmoral con la que se haya hecho trabajar a la gente; las fuerzas siniestras que obtienen provecho del amianto sacrifican gustosamente la salud de los trabajadores a cambio de los beneficios de empresas”, dijo Remi Poppe, ex eurodiputado holandés. Los síntomas del mesotelioma aparecen entre 15 y 50 años después de la inhalación de las fibrillas y no existe realmente ningún nivel “seguro” de exposición.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren unas 107.000 personas por enfermedades contraídas manipulándolo. En el siglo XX las muertes prematuras fueron unas 10 millones y se enfermaron 100 millones de personas debido al amianto. Hoy, 125 millones de trabajadores están expuestos directamente al mineral. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios de la Secretaría de Salud reconoció su toxicidad, pero se limitó a sugerir “que las empresas controlen su uso”.
La Ley de Salud del DF habla de precauciones sobre el amianto, sin prohibirlo. Según datos del INEGI, 21% de las viviendas mexicanas tiene techo de lámina metálica, cartón o asbesto y el 1% tiene paredes de cartón, asbesto, carrizo, bambú o palma. En 2014 se otorgaron cuotas del Fondo de Aportación para la Estructura Social para viviendas de Iztapalapa y las reglas dicen que “los pisos, muros y/o techos deben ser de cuartos dormitorio o cocina dentro de la vivienda, hechos con lámina de cartón, metálica, de asbesto o material de desecho”. ¿De asbesto? Sí, no es broma, está en la Gaceta Oficial-DF.
La OMS, en cambio, pide eliminar el uso de todo tipo de asbesto, también el “blanco” o “crisotilo” que el lobby del asbesto pretende presentar como “limpio”; aportar información sobre soluciones para sustituirlo con productos seguros; desarrollar mecanismos económicos y tecnológicos para ello; evitar la exposición al asbesto durante su uso y en su eliminación; mejorar el diagnóstico precoz, el tratamiento y la rehabilitación médica y social de los enfermos por el asbesto; registrar las personas expuestas en la actualidad o en el pasado.
La hilaza tóxica del asbesto pasa también por Costa Rica, “Suiza de Centroamérica”. La Garita es un paraje de ensueño, rincón tropical cerca de Alajuela. Las instalaciones de INCAE Business School, la mejor escuela de negocios latinoamericana, destacan entre las palmas, las granjas, una plácida carretera y unos pastos verdísimos.
INCAE es famosa por su enfoque de desarrollo sustentable y ética empresarial. Cuenta con campus en Nicaragua y en Costa Rica. Es un proyecto para la enseñanza e investigación de la gerencia que nace en 1964, bajo los auspicios de la Alianza para el Progreso del entonces presidente de EUA, John F. Kennedy, de la Escuela de Negocios de Harvard, de la agencia UsAid y de los mandatarios y empresarios de seis países centroamericanos.
En los años 1990, su historia se cruza con la de un empresario que en las Américas tiene fama de gurú del desarrollo sustentable, mientras que en Europa es conocido como “rey del Eternit”: Stephen Schmidheiny. Hombre de negocios por tradición familiar (cementera Holcim, Wild-Leitz de instrumentos ópticos, electrotécnica BBC Brown Boveri y la empresa Eternit), nació en Heerbrugg, Suiza, en 1947, amasó una fortuna con el negocio del asbesto y su record está manchado por procesos judiciales controvertidos.
La Fundación AVINA, creada por el empresario en 1994 y operativa en 21 países latinoamericanos, colabora con la escuela y en 1996 Schmidheiny, quien fue administrador de Eternit y hoy está en el Consejo Directivo de INCAE, participó en la creación de su Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS).
Hay otras organizaciones sin fines de lucro fundadas por Schmidheiny: por ejemplo, Fundes (1984) y el fideicomiso Viva Trust (2003) que sustenta AVINA. En éste confluyó el valor de la venta de la participación del suizo en GrupoNueva, consorcio especializado en el negocio forestal y de derivados de la madera que trasladó su sede principal a San José, Costa Rica, en 1999. El magnate también vendió sus acciones del grupo Eternit a finales de la década de 1980.
Las fundaciones, a partir de las transferencias de capital del suizo, se constituyeron como entidades autónomas de sus activos empresariales y promocionan actividades institucionales como la red SEKN (Social Enterprise Knowledge Network), de la que INCAE forma parte, y alianzas sobre temas socio-ambientales: agua, ciudades sustentables, energía, industrias extractivas, innovación política, reciclaje y cambio climático.
Hay movimientos sociales que hablan de “filantrocapitalismo” con respecto de AVINA y su aliada Ashoka, fundación filantrópica estadounidense presente en 70 países. “El capital trata de apropiarse de los movimientos ecologistas razonables para reconvertirlos en domesticados capitalismos verdes o formas de negocio con el agotamiento del planeta”, explicó al respecto el ingeniero activista español Pedro Prieto de ASPO (Asociación para el Estudio del auge del Petróleo y del Gas).
¿Por qué? “Los emprendedores sociales trabajan con esas poblaciones y su labor es acercar a las multinacionales hasta ellas, mientras salvaguardan los intereses de éstas”, dijo María Zapata, directora de Ashoka en España. En entrevista con Rebelión, el investigador Paco Puche, habla de cómo se infiltran las fundaciones en los movimientos a través de “la cooptación de líderes” y cómo “Avina se vincula al magnate suizo Schmidheiny, que debe su fortuna al criminal negocio del amianto. Decimos que todos aquellos que han recibido dinero y otras prebendas de esta fundación (y después de conocerla, no la han rechazado) se llevan la maldición del polvo del amianto en sus entrañas”.
En febrero de 2013, el Tribunal de Turín condenó al suizo y a su ex socio en la multinacional Eternit Group, el barón belga Louis De Cartier, de 92 años en ese entonces, a 16 años de cárcel por desastre doloso y remoción de medidas contra los infortunios: la sentencia fue esperada por los familiares de 3000 víctimas. El 3 de junio la Corte de Apelaciones aumentó la condena a 18 años de reclusión, pero el noble belga falleció pocos días antes. Schmidheiny fue condenado por sus responsabilidades como administrador de Eternit en el decenio 1976-1986 y absuelto por otros cargos del periodo 1966-1975 porque los hechos no subsistían. Las causas de la asbestosis y el mesotelioma ya se habían detectado desde los años 1960 y después los dos magnates se turnaron en la administración de la empresa. Pero el negocio de Eternit siguió, por eso la condena habla de “dolo”: los imputados habrían escondido conscientemente los efectos cancerígenos del asbesto.
El 20 de noviembre de 2014, en el último nivel de juicio, la Suprema Corte anuló la sentencia anterior, al sostener que los crímenes fueron cometidos, pero prescribieron. Se tomó como inicio de los términos para la prescripción el 1986, año en que Eternit declaró su quiebra y la decisión es polémica, ya que el desastre ambiental todavía sigue ocurriendo, no se interrumpe con la quiebra fiscal de la empresa. Es una bofetada a víctimas y familiares. La justicia se aleja junto a la posibilidad de resarcimientos.
Pero en mayo de 2015 se abrió el proceso “Eternit Bis”: Schmidheiny ya no es acusado de “desastre” sino de homicidio doloso agraviado de 258 personas, ex empleados o vecinos de Casale Monferrato, uno de los pueblos en que operaba la Eternit, que fallecieron entre 1989 y 2014 por mesotelioma pleural. Por el contrario, en su web el magnate se presenta como “pionero en la eliminación del asbesto en la industria manufacturera”.
Los fiscales de Turín consideran como agravante que el empresario habría cometido el crimen por un “mero fin de lucro” y “de modo insidioso”, o sea habría ocultado la información a trabajadores y ciudadanos acerca de los riesgos, promoviendo una “sistemática y prolongada obra de desinformación”. La hecatombe del asbesto aún durará por décadas. Urge reparar el daño sufrido por las víctimas, prohibir su uso y comercio, desterrarlo de toda habitación y ambiente. Fabrizio Lorusso
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